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El interés por los coches eléctricos ha aumentado considerablemente en los últimos años. Solo en nuestro país, según cifras de la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso del Vehículo Eléctrico, las matriculaciones de este tipo de coches aumentaron hasta duplicarse de 2015 a 2017 (2.300, 6.180 y 13.021, respectivamente). El registro de 21.181 matriculaciones que hubo el pasado año corrobora la clara tendencia al alza de popularidad que ganan estos vehículos.
A partir de la preocupación que existe sobre los efectos del cambio climático y la situación medioambiental en general, han surgido muchas alternativas para contribuir a la sostenibilidad de la vida. Dentro del objetivo de apostar por el uso de energías renovables y sostenibles, los coches eléctricos aparecieron desde el inicio como una opción más eficiente que los coches tradicionales (los que tienen motores de combustión). A día de hoy el coche eléctrico representa la idea de movilidad limpia.
En comparación con el transporte tradicional, más nocivo por los volúmenes de contaminación que provocan, el futuro eléctrico promete ciudades limpias con cero emisiones de dióxido de carbono y cero contaminación acústica. Sin embargo, el principal componente de los coches eléctricos, las baterías, continúan siendo un elemento tóxico importante, por lo que cada vez más son necesarios sistemas de gestión capaces de reutilizar o reciclar los materiales que componen estos vehículos.
Además de la disminución de las emisiones contaminantes, un coche eléctrico ofrece otras ventajas. La propia experiencia de conducirlo es más tranquila, pues se trata de un vehículo en el que apenas se perciben sonidos mecánicos. La aceleración es instantánea y además, el hecho de que este tipo de coche carezca de los componentes mecánicos tradicionales (embrague, filtros, correas de transmisión, caja de velocidades) y que el diseño de su motor sea muy simple, garantizan que las averías se reduzcan y, por tanto, los costos asociados a temas de mantenimiento también se reducen considerablemente ya que el número de piezas con desgaste mecánico es menor.
La velocidad de recarga de «combustible» y la autonomía de la batería, son cuestiones en las que los coches eléctricos se encuentran en desventaja en relación a los coches tradicionales. El tiempo promedio que tarda en recargarse un coche eléctrico oscila entre 6 y 8 horas, aunque se puede recargar en modo ultrarrápido entre 30 minutos y una hora, mientras que en el caso de los coches tradiciones sabemos que reponer combustible no toma más de 10 minuto, incluso no toma más de 5 minutos si las condiciones de servicio son óptimas. Sobre la autonomía de la batería, el promedio de uso del coche eléctrico ronda aproximadamente los 300 km, muy inferior a los casi 700 km recorridos por el coche tradicional antes de recargar su batería.
A pesar de esto, y de que los costos de fabricación de las baterías de los coches eléctricos todavía superan las de los coches tradicionales (plomo-ácido), estas diferencias la salvan los fabricantes con las mejores prestaciones con las que diseñan sus modelos de coches desarrollando continuamente todo tipo de innovaciones para mejorar los niveles de venta y de satisfacción de los usuarios.
Un impulso importante que fortalece tanto la presencia de los coches eléctricos como su aceptación por parte de los usuarios, han sido algunas medidas que los gobiernos han establecido para estimular el uso de estos vehículos. Estacionamientos gratuitos, exenciones de pagos de impuestos (matriculación y circulación) y la puesta en marcha de una amplia red de carga que facilita la una circulación más ordenada, son algunas de ellas. Quizás sea esta realidad la mayor ventaja de los coches eléctricos, el apoyo de políticas públicas y los sistemas de incentivos que favorecen su utilización.
La previsión es que para 2030 circularán en Europa alrededor de 26 millones de coches eléctricos.
La cifra de coches eléctricos que habrá circulando en un periodo de 10 años, deja toda la atención en la pregunta ¿qué pasará con ellos después del ciclo de vida útil? El aumento de la fabricación de coches provocará a la vez un crecimiento de la demanda de baterías (será 25 veces mayor que la demanda actual). La pregunta es similar, ¿qué pasará con esas baterías?
De momento los primeros coches eléctricos que circulan hace más de un lustro están llegando a una etapa en la que una gestión responsable de esas baterías que van quedando y de los materiales con que son fabricados estos vehículos, resultan de los problemas más importantes a resolver.
El cobalto, el níquel y el litio, materiales que se utilizan para la fabricación de las baterías, son minerales de los que Europa no tiene reservas y en caso de no encontrarse una alternativa esto convertirá a la región en más dependiente de otros productores. Es por ello que la opción de reutilizar y reciclar los componentes de los coches ya fabricados es una opción muy viable para mejorar la sostenibilidad de la movilidad eléctrica.
Los llamados tecnopolímeros, un material que se utiliza en múltiples aplicaciones industriales y en la fabricación de los coches eléctricos, se pueden recuperar. Este es un material valioso que ayuda a disminuir el peso del vehículo sin afectar la seguridad general. Mediante procesos de reciclado mecánico de este material se pueden obtener nuevos polímeros que pueden utilizarse para fabricar nuevos coches. Este tipo de polímeros puede tratarse también con procesos termoquímicos que los transforman en energía eléctrica y permiten reciclar fibras de vidrio o de carbono que componen estos materiales.
Alrededor de 7 años es el tiempo de vida útil que tiene una batería en un coche eléctrico. Pasado ese tiempo es necesario sustituirlas por nuevos módulos que garanticen el funcionamiento correcto del vehículo. Las baterías son el componente que más encarece el precio de los coches eléctricos y a la vez son el objetivo fundamental de la mayor parte de las innovaciones tecnológicas que desarrollan los fabricantes.
Las baterías también son el elemento más contaminante de los coches eléctricos, sobre todo en la fase final de su vida útil, de ahí que muchas de las estrategias de reciclaje del coche eléctrico se centren en ellas. En 2018 se estima que fueron sustituidas cerca de 55.000 baterías y para 2025 se calcula que esa cifra crecerá hasta los 3,4 millones.
Gestionar responsablemente su reutilización y reciclaje es una tarea urgente.
El 70% de los materiales de las baterías son reutilizables aplicando tecnologías y procedimientos tanto pirometalúrgicos como hidrometalúrgicos que purifican y facilitan una separación eficiente de los principales metales que las componen (litio, cobalto, cobre, níquel).
Un ejemplo de cómo funciona el proceso de reciclaje de una batería comienza descargándolas por completo. Después se inicia un proceso de desmontaje mediante el cual se separan la zona exterior, las estructuras de sujeción, los cables, el circuito de refrigeración y demás módulos. Todo esto se clasifica y separa siguiendo los procedimientos mencionados, para luego aprovechar y reutilizar los metales ferrosos y no ferrosos que contienen estos materiales, así como el polvo de litio y otros residuos como níquel, manganeso y el cobalto. El objetivo es conservar los componentes de la batería original que podrán usarse en la fabricación de nuevas unidades.
El almacenamiento de energía es otra de las alternativas en la suelen reutilizarse las baterías. Las de iones de litio poseen capacidad de almacenar energía después de cumplir su primer ciclo de vida útil. Después de extraídas y adaptadas convenientemente pueden servir como fuente de electricidad durante un plazo que oscila entre los 7 y 10 años. Así se logra extender su vida útil como proveedor alternativo de energía para el alumbrado público, las escuelas o el sector doméstico.
Esto representa una excelente oportunidad para los fabricantes, los proveedores de electricidad y también, por supuesto, los proveedores de materias primas.
Otro ejemplo en el que pueden reutilizarse las baterías recicladas son los mercados de accesorios. En esos espacios se le puede dar salida a las baterías como piezas de repuesto y para los fabricantes, esta acción reporta más beneficios por un mismo producto.
No existe hoy en Europa una tecnología estandarizada para el reciclaje de los coches eléctricos. Esto hace que los procedimientos de tratamiento de los componentes de las baterías dependan de los propios fabricantes y con esas tecnologías desarrolladas a pequeña escala el camino por recorrer es mayor para hacer posible un reciclado en condiciones medioambientales adecuadas.
La consecuencia principal de esta ausencia de regulación, es la incorporación a los procesos de gestión de procedimiento y requerimientos siguiendo únicamente una perspectiva de rentabilidad o interés corporativo. Algo se ha avanzado con medidas como las que establecen que los fabricantes deben hacerse responsables de las baterías obsoletas e impedir que terminen abandonadas o depositadas en vertederos.
Para 2040 más de la mitad de las ventas de coches nuevos a nivel mundial serán eléctricos, cifra que significa que para ese momento serán más de un tercio de los coches que existirán en el mundo. La proyección de nuestro país es que para 2030 los coches eléctricos cubran entre un 40 y 60% de las ventas de coches nuevos.
Como ya mencionamos, cumpliéndose esta previsión el volumen de baterías a reciclar crecerá y sus dimensiones y riesgos de acumulación deja una enorme responsabilidad para los políticos, los fabricantes y la sociedad en general. Las legislaciones y regulaciones, en muchos casos, deberán acercarse al valor que poseen las nuevas alternativas que surgen para extender la cadena de reutilización de los coches eléctricos. A corto plazo, los ingresos que se generen por suplir tareas que demandan menos rendimiento de energía serán más altos.
El aumento del volumen de baterías a reciclar abre oportunidades a los nuevos modelos de negocios, o incluso a las empresas tradicionales de reciclaje.
Un enfoque como el que aporta la economía circular, una vez más, puede servir de indicador para mostrar la eficiencia que puede alcanzarse en la producción y reutilización de los coches eléctricos. Un diseño más flexible de las baterías facilita su reciclaje, el aprovechamiento de materiales reciclados puede equilibrar mejor la relación costo-precio y evitar la sobreexplotación de materias primas.
La popularidad del uso de los coches eléctricos no parece detenerse y este crecimiento hace visible los retos que deben asumirse para aprovechar los beneficios de la movilidad limpia.
En todo caso, ante la imposibilidad de reutilizar los componentes de los coches, se debe acudir a un especialista que recomiende la manera más adecuada de reciclarlos o desecharlos, diferenciando entre residuos peligrosos y no peligrosos para el medio ambiente.