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Diariamente consumimos muchísimas partículas de plástico sin ser conscientes. Al usar geles de baño y cremas de exfoliación facial y corporal consumimos plástico. Lo mismo sucede con algunos detergentes, las cremas dentales y los protectores solares.
Estos productos de consumo diario contienen las llamadas microesferas, partículas microcóspicas de plástico que se utilizan en la fabricación de muchos productos.
Los cosméticos y productos de higiene personal no son las únicas vías por las que podemos consumir plástico accidentalmente. También sucede con los alimentos y el agua potable.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) analizó la concentración de plásticos en algunos productos del mar y determinó que el 68% tenían microplásticos.
Entre los alimentos que se incluyeron en el análisis estuvieron los mejillones, los langostinos, las almejas, las chirlas, las gambas y la langosta. El resultado en cada uno de ellos reflejó que la concentraciones de microfibras de plástico eran variables.
Por tratarse de un material ligero que ofrece flexibilidad y durabilidad, las aplicaciones del plástico en la vida cotidiana son muchas.
Donde quiera que miremos encontraremos los llamados productos plásticos de un solo uso. Pajitas, vasos, platos y cubiertos desechables, bolsas comerciales, botellas de agua, empaques para alimentos, máquinas de afeitar desechables, envases de yogurt o mermeladas.
Gran parte de los residuos de estos plásticos de un solo uso se acumulan en los mares y océanos. Allí llegan por una vía muy fácil y gracias a nuestra responsabilidad.
Los residuos plásticos que no reciclamos correctamente se unen en los desagües a las microesferas plásticas que contienen los productos cosméticos y de higiene personal. De ahí siguen a los ríos y terminan en los mares y océanos formando grandes acumulaciones flotantes de residuos.
Como sabemos el problema con los plásticos es su difícil degradación. Los materiales de plásticos pueden tardar siglos en degradarse de forma natural. Durante el tiempo que permanecen en los diferentes ecosistemas los pedazos grandes de plástico se fragmentan poco a poco. Factores que ayudan en este proceso son la acción de los vientos, la luz solar y las altas temperaturas.
Las partículas diminutas que se forman son las que popularmente conocemos como microplásticos. La amenaza que tienen para los ecosistemas es importante.
Los seres humanos no escapamos a esta influencia negativa, ya que directa o indirectamente ingerimos estas partículas de plástico.
Los microplásticos están presentes en nuestra vida desde aproximadamente 50 años. Aunque fue a inicios de este siglo que los estudios ambientales comenzaron a prestarle atención al problema.
Nadie puede ocultar el problema que generan en los mares y océanos. El volumen de microplásticos en las aguas seguirá creciendo si no tomamos medidas directas para reducir el consumo de plástico.
Las predicciones son claras. La producción mundial de plástico crece anualmente a ritmo sostenido. Y las investigaciones señalan que en la isla de basura del Pacífico se concentran más residuos plásticos de los que se logran eliminar.
Los microplásticos actúan como una especie de esponja que absorbe distintos compuestos tóxicos presentes en el agua.
Esas propiedades tóxicas suelen transferirlas a los animales que accidentalmente ingieren fragmentos de plásticos al confundirlos con comida. Poco a poco el plástico envenena a los animales. Lo que sucede es que la cadena alimenticia no se detiene en los animales marinos.
Podemos decir que el plástico se ha convertido en el ingrediente especial de nuestras vidas. Puede estar presente en cualquiera de las comidas que realizamos a diario.
Un estudio de la Universidad de Alicante encontró que la sal marina, condimento esencial que usamos a diario, contiene microplásticos. Una bebida como la cerveza contiene microplásticos por tener al agua como ingrediente esencial.
Los microplásticos presentes en los ecosistemas marinos pueden transmitirse a los seres humanos. Pero esta no es la única forma en la que nos exponemos a consumir microplásticos en nuestras actividades diarias.
Muchas veces el origen de los plásticos que ingerimos no son los alimentos que comemos procedentes del mar. Del uso de productos como ropas sintéticas o alfombras y muebles también se desprenden partículas microplásticas.
Estas partículas flotan en el aire que respiramos y se unen al polvo doméstico que habitualmente existe en nuestras casas.
Científicos del Reino Unido y Estados Unidos han presentado una investigación en la que concluyen que una persona ingiere entre 13.731 y 68. 415 fibras plásticas al año. Con una acción tan simple como sentarse a comer es posible consumir este volumen de partículas plásticas.
La exposición a altas concentraciones de polvo doméstico contaminado con microplásticos es mayor. Los riesgos de consumir plásticos por esta vía son más altos si se comparan con los provocados por consumir alimentos marinos.
Una vez que los microplásticos contaminan la base de la cadena alimenticia, esta contaminación se mueve a través de cada eslabón de la cadena.
Son abundantes las cantidades de microplásticos que terminan directa o indirectamente en nuestro sistema digestivo. Los seres humanos somos el último eslabón de la cadena alimenticia.
Por ser partículas casi imperceptibles los microplásticos se mezclan fácilmente con el agua potable y los alimentos. Sucede con los alimentos marinos (pescado, mariscos) y con el resto de los alimentos que consumimos sin darnos cuenta de que son portadores de microplásticos.
A esta situación se suma la presencia de los microplásticos en el polvo doméstico y en el aire que respiramos.
Aún se desconocen los efectos que puede tener sobre la salud humana la ingestión de microplásticos. A pesar de esto existe un consenso claro sobre el hecho de que los microplásticos transfieren toxicidad a nuestro organismo.
Algunos de los compuestos tóxicos presentes en los plásticos son considerados disruptores endocrinos. Se desconoce cuánto tarda en transmitirse al sistema de los animales marinos esta propiedad presente en las partículas de plástico.
Igualmente se desconoce si este problema se detiene en los animales o se transmite a los seres humanos.
Por otro lado están otros compuestos químicos presentes en los plásticos. El bisfenol A, el polibromodifenil éteres o los ftalatos, causan desequilibrios en el sistema hormonal en concentraciones muy bajas. La afectación principal que provocan es en el sistema reproductor.
El daño ambiental causado por el consumo de plástico a los ecosistemas marinos representa unos 13 mil millones de dólares.
Las consecuencias de la contaminación por plásticos para los ecosistemas son varias. La disminución progresiva y creciente de la fauna marina, el crecimiento del número de especies en peligro de extinción, la contaminación de las aguas y el aire, son algunas de ellas.
Como dijimos ya, para los seres humanos no están claras las consecuencias que tiene para la salud el consumo inconsciente de plástico.
Lo que sí sabemos es que es una contaminación real y emergente. Aunque desconocemos los efectos que puede tener sobre la salud, el tema debería preocuparnos más.
La principal medida que pueden tomar gobiernos y fabricantes es reducir la producción de plásticos. De esta manera se podría disminuir la presencia de estos materiales en el medio ambiente.
Una alternativa a nivel individual es apostar por un modelo de consumo responsable que beneficie a todos. Podemos tomar nuestras propias medidas para disminuir el consumo de plásticos.
Algunas de las iniciativas pueden ser:
Estas acciones puede complementarse complementan con un aumento del reciclaje y la reutilización de los productos plásticos ya fabricados.
Reciclar y reutilizar mejor los plásticos significa disminuir la contaminación que podemos causarnos a nosotros mismos. No olvidemos que en materia de contaminación por plástico no sabemos cuánto es poco ni cuánto es mucho para mantener una vida saludable.