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La contaminación por plásticos es uno de los principales problemas medioambientales que enfrentamos hoy. Consumimos aceleradamente productos plásticos y la mayor parte del tiempo no somos conscientes de qué formas nos exponemos luego a la contaminación.
Diariamente recibimos contaminación debido al consumo de plástico. Muchos productos cosméticos y de higiene personal contienen en su composición las llamadas microesferas. Se ha demostrado que el polvo doméstico de nuestras casas, el agua y algunos alimentos también contienen pequeñas partículas de plástico que son apenas imperceptibles.
Son varias las investigaciones y reportes de organizaciones ambientales que coinciden en que la fauna marina es uno de los espacios más sensibles que sufre los efectos de la contaminación por plásticos.
Esta contaminación evidente se transmite a los peces, mariscos y otros productos del mar que habitualmente consumimos.
Por sus condiciones insuperables, el plástico se ha convertido en el material ideal para fabricar muchos productos.
A su rentabilidad económica se suman elementos esenciales como su durabilidad, resistencia a la corrosión y flexibilidad. Desde el punto de vista estético el plástico también posee ventajas.
Sucede que esta dependencia al plástico ha provocado altos niveles de contaminación. Mientras más consumimos productos fabricados con plásticos más residuos se generan.
Tomemos el ejemplo del polietileno y el polipropileno, dos tipos de plásticos con mayor presencia en los residuos encontrados en el mar.
Si tenemos en cuenta que ambos son esenciales en la fabricación de envases, bolsas, botellas de agua y envoltorios, podemos evaluar mejor esa relación entre el consumo y los residuos generados. Consumir más productos de este tipo genera mayor demanda, mayor producción y mayor contaminación.
Cerca del 40% del plástico que se fabrica son productos desechables y de un solo uso. Anualmente se producen en el mundo cerca de 400 millones de toneladas de plástico y el porcentaje de reciclaje del volumen de esos residuos no llega al 10%.
Cada año llegan a los mares y océanos ocho millones de toneladas de residuos de plástico. El 80% de este volumen de residuos contaminantes que afecta a los ecosistemas marinos proviene de fuentes terrestres.
Recientemente la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) analizó un grupo de productos del mar con el objetivo de saber sus niveles de contaminación. El estudio arrojó que el 68% de la fauna marina analizada contenía microplásticos.
Los microplásticos son la forma común en la que llegan los residuos plásticos al ecosistema marino.
Aunque existen microplásticos primarios y microplásticos secundarios, en general son fragmentos sintéticos de un tamaño inferior a cinco milímetros. Debido a que conservan la composición del material principal estos fragmentos tampoco se degradan con facilidad.
Por la acción del agua, el viento y las altas temperaturas estas micropartículas se reducen más mientras permanecen en la superficie marina. Durante este tiempo actúan como esponjas que absorben toxinas que luego transmiten a los peces y otros animales.
El estudio de la OCU incluyó 102 alimentos de origen marino y en 69 de ellos encontraron presencia de microplásticos. La rapidez con que se extienden estos residuos por la superficie marina hace evidente que si no tomamos medidas preventivas las noticias sobre las islas de basura se multiplicarán.
Una parte de esos residuos plásticos que llegan a los mares y océanos vuelven inevitablemente a nuestro plato. En el caso del pescado, sucede muchas veces sin que lo notemos.
El pescado, una comida de origen animal que históricamente ha destacado por ser sana, ha comenzado a ser objeto de análisis por la posible contaminación que contiene.
El pescado contiene varias proteínas básicas que ayudan a conformar una dieta saludable, pero también es capaz de absorber y retener agentes contaminantes que luego se transmiten a otros organismos.
Los peces que ingieren partículas de plástico pueden desarrollar problemas de metabolismo. El primer efecto de estos daños por contaminación se ve en la diferencia de tamaño entre ejemplares de la misma especie. Un pez contaminado suele tener un tamaño inferior al que debería tener en condiciones de crecimiento normal.
Al confundir el plástico con alimentos los peces sufren envenenamiento. La acumulación de plásticos en sus estómagos obstruye el correcto funcionamiento del sistema digestivo. Un pez que se alimenta de plástico reproduce una falsa sensación de saciedad que le provoca la muerte por inanición y malnutrición.
Son las mismas consecuencias que sufren los depredadores más grandes. Una vez incorporada a la cadena alimenticia de la fauna marina esta contaminación llega a los seres humanos.
Es cierto que se desconocen los efectos que tiene sobre la salud humana ingerir pescado contaminado por microplásticos. A pesar de ello muchos de los agentes tóxicos se transfieren a nuestro organismo.
La contaminación de los océanos nos afecta a todos por igual. Quizás el primer paso para entender las dimensiones de este problema es aceptarlo.
Las consecuencias para la fauna marina son numerosas. Las redes plásticas atrapan y asfixian a algunos animales, fragmentos de bolsas de plástico y tapas de botellas se acumulan en sus estómagos.
Esta contaminación la reciben de vuelta los seres humanos.
El plástico que desechamos lo consumimos indirectamente a través del agua, el aire o comiendo alimentos contaminados. Reproduciendo el actual modelo de consumo apenas nos detenemos a pensar cómo reutilizar o reciclar un producto antes de desecharlo directamente.
Nuestra responsabilidad en este modelo de consumo es fundamental. No olvidemos que el 100% de los residuos de plástico se derivan de la actividad humana.
Para alcanzar el objetivo de reducir totalmente el uso de productos plásticos, podemos comenzar con acciones individuales simples.
Alguna de ellas son evitar los productos plásticos de un solo uso, hacer la compra llevando bolsas reutilizables y reciclar y reutilizar los envases plásticos y de vidrio siempre que sea posible. A estas podemos sumar comprar frutas y verduras a granel para evitar los envoltorios y usar productos de higiene fabricados con ingredientes naturales.